viernes, 3 de septiembre de 2010

EL DESEO 100%

2 EL DESEO

EL PUNTO INICIAL DE TODO LOGRO

El primer paso hacia la riqueza

Cuando Edwin C. Barnes se apeó del tren de carga en Orange, New jersey, hace más de cincuenta años, quizá pareciese un vagabundo, ¡pero sus ideas eran las de un rey!

Mientras se dirigía desde los rieles del ferrocarril hacia la oficina de Thomas A. Edison, su cerebro trabajaba sin parar. Se veía a sí mismo de pie en presencia de Edison. Se oía pidiéndole a Edison la oportunidad de llevar a cabo la única obsesión imperiosa de su vida, el deseo ardiente de llegar a ser socio en los negocios del gran inventor.

¡El deseo de Barnes no era una esperanza! ¡No eran ganas! Era un deseo vehemente, palpitante, que lo trascendía todo. Era definido. Algunos años después, Edwin C. Barnes volvió a pararse frente a Edison, en la misma oficina en qué se había encontrado por primera vez con el inventor. En esta ocasión, el deseo se había convertido en realidad. Era socio de Edison. El sueño dominante de su vida se había vuelto realidad.

Barnes tuvo éxito porque eligió un objetivo definido, y puso toda su energía, toda su fuerza de voluntad, todos sus esfuerzos, todo, en pos de ese objetivo.

EL HOMBRE QUE QUEMÓ SUS NAVES

Pasaron cinco años antes de que apareciera la oportunidad que había estado buscando. Para todos, excepto para él, sólo parecía una parte más del engranaje de los negocios de Edison, pero en su interior, él fue el socio de Edison cada minuto del día, desde el primero en que empezó a trabajar allí. Es una ejemplificación notable del poder de un deseo definido. Barnes consiguió su objetivo porque deseaba ser socio de Edison más que ninguna otra cosa. Creó un plan con el que alcanzar su propósito. Pero quemó todas sus naves tras de sí. Se mantuvo firme en su deseo hasta que éste se convirtió en la obstinación obsesiva de su vida y, finalmente, en un hecho.

Cuando viajó a Orange, no se dijo a sí mismo: «Trataré de convencer a Edison de que me dé algún tipo de trabajo», sino: «Voy a ver a Edison para explicarle que he venido a hacer negocios con él».

No se dijo: «Estaré alerta ante cualquier otra oportunidad, en caso de que no consiga lo que quiero en la organización de Edison», sino: «No hay más que una cosa en este mundo que estoy decidido a conseguir, y es asociarme con Edison en sus negocios. Quemaré todas las naves tras de mí, y apostaré mi futuro a mi capacidad para conseguir lo que quiero».

No se planteó en ningún momento retroceder. ¡Tenía que triunfar o morir! ¡Ésa es toda la historia del éxito de Barnes!

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